26/4/11

Vida

No debería extrañarle a nadie que nos inspiremos en la naturaleza, en seres vivos, para las más avanzadas técnicas, máquinas, soluciones a nuestros problemas. Nosotros mismos estamos formados por billones de máquinas perfectas. Ahí va una oda a eso que llamamos células.

Tus células son un país de 10.000 billones de ciudadanos, dedicados cada uno de ellos, de forma intensiva y específica, a tu bienestar general. No hay nada que ellas no hagan por ti. Te dejan sentir placer y formar los pensamientos. Te permiten estar de pie y estirarte, así como dar saltos y brincos. Cuando comes, extraen los nutrientes, distribuyen la energía y expulsan los desechos (todas aquellas cosas que aprendiste en las clases de biología), pero también se acuerdan de hacer que sientas hambre antes y de compensarte con una sensación de bienestar después, para que no te olvides de comer otra vez. Por ellas crece el pelo, hay cerumen en los oídos, ronronea quedamente el cerebro. Ellas se ocupan de todos los rincones de tu cuerpo. Saltarán en tu defensa el instante en que estés amenazado. Morirán por ti sin vacilar, miles de millones de ellas lo hacen diariamente. Y ni una sola vez en toda tu vida le has dado las gracias a una sola de ellas. Así que dediquemos ahora un momento a considerarlas con la admiración y el aprecio que se merecen.
Bill Bryson, "Una breve historia de casi todo" 

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