10/6/11

Valentía para equivocarse

Para celebrar que por fin me he terminado el libro que me regalaron por navidades (ya era hora) y que encarecidamente os recomiendo a todos vosotros, procederé a dejar por última vez una de las perlas que he podido leer:
Quizá no haya nada que ejemplifique mejor la naturaleza extraña, y con frecuencia accidental, de la ciencia química en sus primeros tiempos que un descubrimiento que hizo un alemán llamado Hennig Brand en 1675. Brand se conevenció de que podía destilarse oro de la orina humana (parece ser que la similitud de colorido fue un factor que influyó a esa conclusión). Reunió 50 cubos de orina humana y los tuvo varios meses en el sótano de su casa. Mediante diversos procesos misteriosos convirtió esa orina en una pasta tóxica y luego en una sustancia cérea y translúcida. Nada de eso produjo oro, claro está, pero sucedió una cosa extraña e interesante. Al cabo de un tiempo la sustancia empezó a brillar. Además, la exponerla al aire, rompía a arder en llamas espontáneamente con bastante frecuencia. Las posibilidades comerciales del nuevo material (que pronto pasó a llamarse fósforo, de las reices latinas y griega que significan “portador de luz”) no le pasaron desapercibidas a negocientes codiciosos, pero las dificultades de la manufactura del fósforo lo hacían demasiado costoso para que pudiera explotarse. Una onza de fósforo se vendía por 6 guineas (unos 440 euros en dinero de hoy), es decir, costaba más que el oro.
Bill Bryson"Una breve historia de casi todo" 

Es curioso como han sido varios los casos a lo largo de la historia en que de los errores y las casualidades aparezcan las oportunidades más increíbles. Quizás nos enseñe que no hay que tener miedo a equivocarse. Y, de forma quizás más escatológica, que hay que creer en lo que uno hace. Probablemente la gente pensó que Brand estaba loco por creer que podía convertir el orín en oro... pero él se aferró a su creencia.



Y... ¿venció?
Sergi

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