Imagina lo que sería intentar vivir en un mundo dominado por el óxido de dihidrógeno, un compuesto que no tiene sabor ni olor y que es tan variable en sus propiedades que, en general, resulta benigno, pero que hay veces que mata con gran rapidez. Según el estado en que se halle, puede escaldarte o congelarte. En presencia de ciertas moléculas orgánicas, puede formar ácidos carbónicos tan desagradables que dejan los árboles sin hojas y corroen los rostros de las estatuas. En grandes cantidades, cuando se agita, puede golpear con una furia que ningún edificio humano podría soportar. A menudo es una sustancia asesina incluso para quienes han aprendido a vivir de ella. Nosotros la llamamos agua.
Bill Bryson, Una Breve Historia de Casi Todo
Luego reflexioné. Tal como nos muestra el texto, todo es cuestión del punto de vista en el que se quieran ver las cosas. El alarmismo forma parte de este conjunto, donde también encontraríamos el optimismo como un concepto antonímico.